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Channel: Rosa
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X ¿Qué tan capaz eres?

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Fue una noche mágica para ambos, tomaron un poco de vino de la botella y hablaron de cualquier tontería con tal de escuchar la voz de uno y del otro, ella tomaba la cara de él a ratos y encontraba hasta cierto punto placentero la suavidad de su piel mezcla con la barba recién afeitada, el en cambio tomaba su mano y la besaba con dulzura e impulso, con sus yemas acariciaba su piel y ella sentía una sensación que nunca en su vida había sentido y que tenía un cierto gusto por ello, sin embargo el beso que se habían dado y que había durado mucho fue lo suficiente como para saberse amados uno al otro, sin embargo el ambiente clandestino en el que se encontraban no les permitía gozar la plena libertad de su amor, por lo que Rosa se tuvo que retirar en contra de su voluntad a su cuarto para que las monjas nada sospecharan, Gabriel tuvo que hacer lo mismo, pues sus padres le sermonearían con eso de la alcurnia y el comportamiento que tenía que llevar, se fueron no sin antes jurarse volverse a ver.

 

La fresca mañana llenaba las calles y plazas de la ciudad con un aire fresco y con olor a rosas, la humedad y el viento daban un toque bastante especial, fue el momento de levantarse de nuevo y gozar de este ambiente mezclado con lo cotidiano y el quehacer diario. La rosaleda que Rosa cuidaba amaneció lleno de rocío en todos sus pétalos, estos parecían tener lagrimas y esperar que alguien las enjugara, todo el convento se vistió de un ambiente gélido y agradable al mismo tiempo, pronto se vieron monjas caminando por los pasillos y portales para iniciar sus acontecimientos diarios después del desayuno, Rosa no era la excepción, aunque sentía un poco de sueño y algo de cansancio su experiencia le hacía sentirse la mujer más feliz del mundo. Después de tomar su desayuno junto con sus compañeras y superioras se fue a sus obligaciones como si todo fuera a su ritmo normal, ni Sor Angélica sospecho de nada aún que presumía de sus instintos maternales y femeninos, Sor Petra aún sabiendo todo no dio palabra alguna y aún cuando se la pidieran no estaba dispuesta a confesar, todo de alguna manera le alegraba.

Gabriel salió de su casa para dirigirse al trabajo de su padre en el hospital de Santa Paula, el era un muchacho que se creía capaz y no le gustaba vivir de lo que su padre le daba, de ahí que todos los días se dirigiera a su lugar de trabajo el cual había obtenido después de un largo ruego a su mismo padre de trabajar allí como alguien más sin privilegio alguno, este ultimo acepto a regañadientes y lo puso aunque en un puesto alto no tanto como el suyo, lo trataba como alguien más y le había tomado tiempo ganarse el respeto de sus compañeros quienes al principio creyeron que era algo nepotista y que no duraría poco solo por el hecho de ser el hijo del dueño, todo ello quedo atrás y ahora Gabriel era respetado, con amigos y un gran trabajo que le enorgullecía. Sin embargo al llegar al trabajo se encontró con la noticia de que su propio padre lo solicitaba en su oficina, tuvo que atender tal llamado aún cuando su voluntad no lo quería, al llegar a la puerta toco, su padre le dio el permiso y este entro a la oficina.

-Siéntate por favor –Dijo su padre-.

Gabriel entro y se sentó, su padre se aclaro la voz y siguió con sus palabras.

-¿Gabriel, porque no te gusta Catalina Petersen?

-Porque es muy déspota, muy seca y en general no me cae bien –Respondió Gabriel-.

-Pero hijo, es muy bonita y de buena familia, ¿Cuántas mujeres tienes que rechazar?

-Las necesarias para encontrar a la perfecta padre –Respondió Gabriel- Además papá, ¿Por qué te empecinas en encontrarme esposa, eso lo hare yo?

-No, porque conociéndote encontraras a cualquier pelafustana con la que se te irían los ojos, además ¿Por qué te ves cansado?

-No dormí bien, es todo.

-Bien, puedes irte, debo trabajar, y acuérdate, tienes que casarte algún día con alguien igual a ti.

Gabriel salió de la oficina de su padre pensativo y con su voz interna de desagrado a las palabras de su progenitor, “no sabe que he encontrado a la mujer perfecta” se decía una y otra vez sin cesar, solo le quedo para olvidar lo amargo trabajar y a la vez recordar a Rosa.

 

Rosa cuidaba las flores del patio del convento cuando  se le ocurrió la idea de salir a la calle ella sola, al fin y al cabo se acordaba de toda la ciudad y de cómo la transitaba cuando era niña, pues según lo que le habían contado no había cambiado mucho desde que ella llego al convento, pero ¿Cuál era la principal idea?, ver a Gabriel por sobre todo, era una idea que había asaltado su cabeza y que no podía sacársela, sentía su pasión y amor por el crecer como las rosas rojas que cuidaba, sentía su besos en su boca y manos como si en verdad estuviera sucediendo, necesitaba sentir más, eso pensaba, pues sabía que había algo mas y quería explorarlo.

-Rosa –Dijo una monja desde el portal- Ha llegado una carta para ti.

Esta inmediatamente se levanto al escuchar las palabras, se dirigió a los buzones y saco una carta que era de su hermana proveniente de México, la abrió con suma alegría y rapidez y leyó su contenido.

“Querida hermana”

Pronto iré a visitarte para que me cuentes tu vida entera dentro del convento, espero que las monjas no sean un estorbo, diciéndolo con mucho respeto, pero es que necesito platicarte muchas cosas, te extraño hermana, necesito verte.

Solo te puedo decir que México es hermoso, con imponentes casa y palacios y gentes elegantes caminando de una manera apresurada, mi madre adoptiva me ha llevado a conocer la alameda y es preciosa, le pediré que te traiga con nosotros, tienes que verlo con tus propios ojos.

Por ultimo pido a Dios que estés bien y sigas por buen camino, me despido con los deseos de verte. Tu hermana Margarita”.

Rosa tuvo otro motivo de alegría representado en la figura de su hermana, ello y su osadía de salir a la calle la llenaron de valentía.

Para la tarde Rosa se dirigió a la oficina de la madre superiora para pedir el permiso de salida, al entrar vio un cuarto lleno de libros, imágenes religiosas y otras cosas, Rosa se imagino o trato de imaginarse por un momento que era ella la madre superiora y que regia el convento, sin embargo por humildad o cualquier otra cosa dejo a un lado esta fantasía, la madre superiora al verla dejo de hacer lo que estaba haciendo y puso plena atención en Rosa.

-Dime hija mía, ¿Qué se te ofrece? –Pregunto la madre superiora-.

-Madre –Dijo Rosa besando su mano- necesito pedirle permiso de salir a la calle a solas.

-¿Sola, hija mía para qué? –Pregunto la madre superiora muy extrañada-.

-Quiero visitar la tumba de mis padres para llevarle flores madre –Respondió Rosa tranquila pero con la incertidumbre de que tal vez no tendría el permiso-.

-Tu sola, déjame ver –La madre superiora se levanto de su silla y vago por un momento por la oficina pensando si era idóneo dar el permiso, luego regreso a su lugar, pareciese que estaba decidida cual sería el veredicto- Muy bien, te doy permiso, pero por favor, trata de regresar antes de las siete.

-Gracias madre –Respondió Rosa quien beso nuevamente la mano de la monja mayor-.

Rosa salió del convento hacia la rosaleda del patio, de allí corto tres rosas con sumo cuidado, luego se dirigió a la puerta y tras dirigir algunas palabras a unas monjas que estaban allí salió a la calle para dirigirse al panteón que estaba a un lado del hospital de Santa Paula, Rosa también sabía que el trabajo de Gabriel se encontraban en esa misma calle y que salía a las seis, justo el tiempo para verlo y tratar de estarlo a solas.

Llego a la entrada del panteón y después de acceder a él se dirigió a la zona de los pobres después de pasar por la zona más pudiente lleno de tumbas barrocas y góticas para llegar a una humilde y sin estética, era la tumba de sus padres y allí deposito dos rosas y rezo un rosario en la memoria de sus padres, en ello tardo algo de media hora y después de haber terminado Salió afuera para ver si Gabriel había salido de su trabajo, el momento no podía ser más perfecto, la puerta del leprosorio no tenia candado, nadie llegaba al panteón y el velador parecía estar dormido, Rosa sabia esto, por lo que estuvo parada en la puerta solo unos minutos hasta que vio a Gabriel salir del hospital, este pareció no verla pues por poco se iba a ir de paso, fue cuando Rosa hizo un pssst con su boca, Gabriel escucho y volteo de manera lenta al ver a Rosa se dibujo una sonrisa en su rostro, esta con señas le dijo que lo veía adentro del panteón, este entendió y dio por bueno el entendido, Rosa entro al panteón y se puso a un lado de la puerta del leprosorio, allí espero hasta que Gabriel apareciera en la puerta y cuando lo hizo le dijo a base de otra seña que entraría al leprosorio y que allí lo esperaba, este acepto, entro con cautela cuando se dio cuenta que el velador dormía sin que nada lo interrumpiera, camino lentamente al cuarto y abrió con sumo cuidado la puerta, entro y allí dentro se encontraba Rosa esperándolo con ansias sinceras de abrazarlo, Gabriel atranco la puerta con una silla que encontró, luego de ello la miro y esta sin dudarlo se abalanzo a él y lo beso con mucha fuerza y pasión, Gabriel contento recibió tal locura.

-Te extrañe –Le dijo Rosa-

-Yo también –Respondió este-

Sin embargo el tiempo estaba contado, en el reloj de Gabriel daban las seis de la tarde y Rosa y el tenían que estar en su casa y al convento antes de la siete, por lo que solo podían mirarse abrazados, bailar una y otra vez dándose besos apasionados sin parar hasta que el tiempo lo decidiera, ello hicieron hasta que el tiempo termino, se retiraron del cementerio, primero él y luego ella no sin antes prometerse verse una vez mas y otra vez si fuera necesario.


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